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Crecer duele

  • Foto del escritor: Ana Karen
    Ana Karen
  • 12 oct 2020
  • 2 Min. de lectura

Hablemos de eso que es inevitable.


Crecer es algo que queramos o no pasa. Pareciera que cuando eres chiquito los años duran muchísimo y cuando cumples 18 los años parecen meses y cuando te das cuenta ya tienes 24, o por lo menos eso me pasó a mi.

Los recuerdos de Facebook e Instagram me hacen pensar cuánto tiempo va pasando desde que hice ese viaje o conocí a esa persona y mi respuesta siempre es la misma “¿en qué momento pasaron tantos años?” Y luego dices, “bueno, pero todavía estoy joven, tengo la vida por delante” pero… ¿a qué edad dejas de decir que tienes la vida por delante?


La verdad es que para mi entrar al mundo de los adultos fue algo caótico. No sé si a tí te pasó pero a mi me llegó ese momento en el que tuve que crecer de madrazo, y lo digo así porque aunque la vida te da varias oportunidades para decirte “hey, ya eres un adulto” nunca lo sientes verdaderamente.

Por mucho que seas legal, que manejes, que seas “independiente”, siento que nunca lo eres realmente hasta que llega una situación que generalmente es un quiebre en la que te das cuenta que nadie más que tú puede solucionar la situación, y además, nadie más que tú debe solucionarla.



Es ese momento en el que tienes que tomar tus propias decisiones porque eso te repercute a tí y solo a tí.

Además, creo que usualmente ese momento viene acompañado de una serie de emociones que te hacen pensar ¿por qué tenía prisa por crecer? ¿por qué quería graduarme? ¿por qué pensaba que cuando creciera todo iba a ser mejor? Pero como mencioné al principio:


El tiempo es algo que siempre pasa y todo se llega.

No hay ningún aprendizaje del que nos podamos escapar, ni una prueba que no tengamos que experimentar para obtener ese aprendizaje, así que es verdad. Crecer duele, te confunde, te reta, pero te da la oportunidad de decidir plena y conscientemente el rumbo que quieres tomar.

Crecer te da la oportunidad luchar para ser fiel a lo que tu crees que es lo correcto y para cambiar tú y así, a tu entorno.



Entonces, más allá de ver la edad o el tiempo con nostalgia, me parece que deberíamos agradecer todos esos años que nos han brindado experiencia y que hacen que hoy seamos como somos. Aceptar que los ciclos se terminan y comienzan otros y aferrarnos a la idea de que cada cierre es un comienzo y un lienzo en blanco para cambiar todo aquello que no nos gusta y sobre todo, asumir ese crecimiento con toda la responsabilidad que tenemos como parte de la sociedad.



Y tú ¿en qué momento tuviste que crecer de madrazo?


Cuéntame ese momento que más te ha hecho crecer.



 
 
 

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