¿Por qué nos cuesta tanto poner límites?
- Ana Karen
- 7 sept 2020
- 3 Min. de lectura
Hablemos de eso que nos ayuda a priorizarnos.
¿Alguna vez te has sentido abrumada/o por querer darle gusto a todos? ¿Los demás están acostumbrados a que siempre dices que sí? ¿Para ti es más fácil poner un pretexto que decir lo que realmente piensas o sientes? ¿Eres capaz de dividir tu día en mil para atender a todos cuando lo necesitan?
Sí, sí, sí. A todo sí. Muy pocas veces nos enseñaron a decir que no, porque los límites son incómodos para los demás. Por eso nos cuesta tanto trabajo ponerlos. Porque aunque no lo queramos ver, en muchas ocasiones obtenemos un bienestar al no ponerlos.
En mi experiencia, el bienestar surge porque pensamos que de esa forma, los demás no nos van a rechazar, no se van a molestar con nosotros, van a seguir tomándonos en cuenta y tal vez de cierta forma, nos van a seguir necesitando.
Y la verdad, creo que a mi todavía me cuesta mucho trabajo poner límites, sobre todo con las personas que más quiero. Sin embargo, algo que he aprendido acerca de los límites es que son importantes porque con ellos encuentras y defiendes tu identidad.
Me he dado cuenta que al no poner límites comienzas a ceder cada vez más y a vivir a través de los demás y para los demás.
Es un camino en el que comienzas a callar tu voz interior por darle gusto a los demás y sin darte cuenta vives los sueños de otras personas, cumples las expectativas que otros tienen sobre ti, percibes la realidad como otros te la están contando, y tu esencia poco a poco se apaga como la luz de Campanita en Peter Pan, porque tú la dejas de escuchar y te pones al final, siempre al final, porque tú puedes esperar pero no los demás.

¿Abrumador no lo crees?
No poner límites es eso, abrumador.
Es pesado y ese peso no se siente en el momento, pero es una carga que se acumula con el tiempo, porque los demás se acostumbran a que siempre dices que sí y el día que no lo haces pareciera el fin del mundo y te dicen frases como “es que tú no eras así”, “es que has cambiado mucho”, y con ello, viene un sentimiento de culpa, que creo que es uno de los motivos por los que preferimos no ponerlos, porque de entrada, un límite nos genera culpa.
Por ello, creo que también es súper importante hablar acerca de la otra persona. Con esta entrada no me gustaría solo invitarte a poner límites. También me gustaría invitarte a respetar los límites de los demás, porque estoy segura que en algún momento tú también te has sacado de onda o te has decepcionado cuando alguien te pone un límite.
Seamos empáticos y respetemos cuando alguien nos dice “hoy no tengo ganas”, “hoy no quiero comer eso”, “hoy no quiero ir a ese lugar” “hoy prefiero hacer otra cosa” “hoy quiero estar sola/o” o cualquier otra respuesta que no sea la que esperamos de la persona.
Entendamos que no es personal y que cada quien tiene el derecho de decidir o hacer algo sin miedo a ser juzgado o rechazado.

Dejemos de asociar el NO como algo negativo y veámoslo como una oportunidad para conectar con nuestra voz interior. Suelta esa culpa y reconócete por tener el valor de priorizarte. Solo así podrás fluir mejor contigo misma/o y con los demás.
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