¿Qué aprendí del amor propio?
- Ana Karen
- 1 feb 2021
- 3 Min. de lectura
Hablemos de amor propio.
Hace un tiempo, me decidí a tomar un taller de amor propio. Por un momento pensaba que tal vez solo lo estaba haciendo por moda, por tratar de entender más de qué se trataba el término, porque ahora que lo pienso, creo que nunca había podido darle un significado a lo que amor propio significa. ¿Para tí qué es amor propio?
Cuando vi los contenidos del taller, me sorprendió sentir que cada uno de los módulos me generaba una curiosidad impaciente, sentí que con cada uno me identificaba y que si me hubieran pedido que eligiera uno por sobre todos, simplemente no hubiera podido.
El camino no fue tan fácil como esperaba. Por primera vez en mucho tiempo me tocó enfrentar mis peores demonios, esos de los que no hablas ni contigo misma porque te asusta el hecho de hacerlos realidad.
A veces soy de las que piensa que mientras no diga algo en voz alta y solo esté en mi cabeza no es real, ese es un cuento que me he querido contar.

Al terminar el taller, sentí que me quitaba un peso de encima que venía arrastrando desde que era niña, porque creo que entendí que todo el camino empezó ahí. En ese momento en el que comencé a compararme, en el que me creí palabras y me pegué etiquetas que me condicionaron y me limitaron. Sin embargo, algo que sin duda me voló la cabeza es que durante el taller nunca sentí que habláramos abiertamente del aspecto físico de una persona y ahí entendí, lo equivocada y perdida que estaba con relación al tema.
Mi lucha
Por mucho tiempo luché por amar mi cuerpo y mi cara. Por aceptar cualquier rasgo que formaba parte de mi pensando que cuando lo lograra, el amor propio llegaría y según yo, sería invencible. Volteaba a mi alrededor y analizaba cada persona que denotaba tanta seguridad y me preguntaba cómo lo hacían y que se decían.
Me veía en el espejo y analizaba cada parte de mi pensando qué tan bien o mal estaba y cómo podía mejorarla “¿será cuestión solo de maquillaje? ¿Tal vez con un filtro no se note? ¿Tendré que operarme? No, eso ya es mucho”. Y así, no sé cuántas veces cuestioné la forma que Dios me había dado sin preguntarme qué más había detrás.
Amor propio
Hoy sé, que no importa que tan perfecta hubiera estado mi cara y mi cuerpo o cuántos estándares de belleza hubiera cumplido.
El amor propio no iba a llegar mientras yo no sanara todas esas heridas de mi infancia, que por tanto tiempo evadí.
El amor propio se trata de tener compasión y perdonarte por todas esas veces que el juicio más grande te lo hiciste tu misma.
El amor propio te habla de reconocer los pequeños y grandes logros que tienes en tu vida.
El amor propio te recuerda que las riendas de tu vida las tienes tú y que debes defender tu identidad, tus convicciones y tus sueños.
El amor propio te apapacha el alma y te reconstruye cuando sientes que no puedes más, porque sabes que te tienes a ti misma para salir adelante.
El amor propio es saber que tienes tantas oportunidades, que solo es cuestión de confiar en que sabrás tomar la mejor de todas.
El amor propio te responsabiliza y te ayuda a crecer.
El amor propio cuestiona cómo te hablas y cómo permites que te hablen los demás.
El amor propio te invita a hacer las pases con tu historia, abrazar tus errores y honrar tu pasado.
El amor propio siempre está adentro pero se refleja hacia afuera, porque eres lo que das.

Aprendí que no hay amor más poderoso que el propio, porque cuando lo trabajas, nunca te deja, siempre te motiva, te reconstruye y te reconoce. Así que no importa desde dónde empieces y cómo lo hagas, pero date la oportunidad de tener un diálogo contigo misma. Cuestiona la relación que tienes con tu alma, tus pensamientos y tus palabras. Fomenta todo eso desde el amor y ahora sí, vuélvete invencible.
Ámate tanto, que los que estén a tu al rededor también sientan esa necesidad de amarse.
Cuéntame para ti dónde empieza el amor propio y cómo lo trabajas.
Comments